martes, 20 de mayo de 2014


"El gol de su vida" 

 por Gabriel Medina


Siempre recordaré a Juan José Martini, aquel compañero de la secundaria, con quien teníamos esas extensas charlas de fútbol en el colegio. Todos le decían Juanjo, pero los amigos lo llamábamos Juancito, era el menor y único varón de una familia numerosa, humilde, pero de un enorme corazón y un gran jugador de fútbol. De esos winnes zurdos que con pelota dominada te pintan la cara.
Alto, rápido, morocho, de pocas palabras y una conducta intachable para el deporte, se cuidaba en todo, en su vida prendió un cigarrillo y mucho menos hablar de tomarse un vino.
Los lunes, comentábamos lo que decía la radio de los partidos de los domingos, compartíamos pupitres, era recurrente hablar de ídolos futbolísticos y goles.
Para mí, Juancito era un crack para la pelota, jamás vi una persona que tuviera esas condiciones, sólo le faltaba tiempo para entrenar; salía del colegio y tenía la obligación de hacer changas para ayudar a sus viejos a parar la olla.
Una mañana, en el recreo me habló de alguien, que con el tiempo fue muy importante para su vida. A pesar de que a Juanjo, había que sacarle las palabras con tirabuzón, me confesó que vio a la mujer de sus sueños, Clara Benítez, una nueva estudiante en el colegio, rubia, alta, de buena figura, ojos azules como el mar, con muy buena posición económica, su padre era el gerente del banco. Juancito desde que la vio, quedo enamorado, fue como dicen...” amor a primera vista”.
Un día, vino a buscarme a mi casa, a contarme que hablo con Clara, note en él una alegría inmensa en su mirada. Vi entonces, que Juanjo estaba loco de amor por esa mujer. Con el tiempo, empezó a acompañar a la salida del colegio hasta su casa a su amada, le llevaba sus libros y se despedían con un beso. Esa escena, se repitió por un par de meses.
A mi amigo, le preocupaba su situación económica, siempre se recriminaba que no tenía un centavo para invitarla a salir o para realizarle un regalo. Fui testigo, como se esforzaba para salir de esa condición humilde que heredó de su familia.
Una madrugada, mientras dormía, me despertó un golpe en el vidrio de la ventana de mi habitación, al acercarme, vi que era Juancito. Me hizo señas para que saliera, que quería comentarme algo.
Recuerdo como si fuera hoy, lo que me dijo esa noche:
-Vengo a despedirme, lo tengo decidido, salgo mañana a Buenos Aires.
-¿Que decís? - Le respondí, no entendía nada, encima que estaba medio dormido…
- Que me voy a Buenos Aires, me voy a probar a Boca, en una de esas quedó y salgo de esta pobreza, y puedo ayudar a mi familia y también proponerle casamiento a Clara. Sé que no tengo nada para brindarle ahora, vos sabes que no tengo ni una moneda, ella lo tiene todo, en cambio yo no tengo adonde caerme muerto. Aparte, se de mis condiciones futbolísticas, me dijeron que si pasas la prueba en Boca, te dan pensión, comida y que te haces profesional al poco tiempo.
-¿Qué dice Clara de esto?
-Ella no sabe nada, te pido que no digas una palabra.
Las palabras de Juancito me dejaron helado, jamás pensé que viniera para eso, lo único que me salió, fue ir corriendo a mi habitación, romper mi alcancía y darle el poco dinero que había ahorrado.
-Toma Juanjo.-le dije - se que te va servir más que a mí, los pocos pesos que tengo.
Me dio las gracias, y me dijo que íbamos a estar en contacto, que de seguro me iba a escribir.
Nos despedimos con un fuerte abrazo, con la promesa que siempre iba a durar nuestra amistad.
Pasaron un par de meses y no tenía ni una noticia de Juancito, todos los domingos escuchaba la radio, no dejaba un partido de Boca sin escuchar, con la esperanza que dijeran el nombre de mi amigo.
Un día, mientras volvía del colegio, en la puerta de mi casa me encontré con el cartero, que tenía un sobre para mí. Sentí una emoción al leer el nombre de Juanjo, me contaba que aprobó la prueba futbolística, que se disculpaba por la demora en escribirme y también me avisaba que ese próximo domingo debutaría en la primera de Boca. Me suplicó, que no le contará nada a Clara, que él ya le iba a escribir.
El domingo toda mi familia, estaba pendiente del relato radial, estábamos contando los minutos para que nombraran a Juanjo, recién a los 15 minutos del complemento, realizó un cambio Boca y se produjo el ansiado debut de mi amigo. Me sentí tan feliz, como si yo estuviese jugando en ese partido.
Pasaron años y Juancito se convirtió en una estrella del Futbol Argentino, aunque yo no volví a recibir sus cartas.
Un mediodía, mientras regresaba de mi trabajo, recibí una carta de Juancito, me contaba que no me había escrito por falta de tiempo, que también lo hacía para tratar de alejarse de todo lo que le recordaba a Clara, me contó que tomó esa decisión, luego de que un día quiso darle una sorpresa, vino al pueblo sin avisar, visitó su casa y se dio con la novedad que ya no vivía más allí, preguntó a los vecinos y le contaron que vivió allí solo unos años y que se mudaron por el trasladaron de su padre a otra sucursal del banco. Fue tanta la tristeza, que regresó de inmediato a Buenos Aires.
Por un largo tiempo, no volví a tener noticias de él, lo único que sabía era de sus logros deportivos, por los periódicos o programas de radiales.
Un año después estando en casa, llamó el cartero a mi puerta, eran noticias de mi amigo el futbolista, en ella me contaba que un día saliendo de un partido, mientras firmaba autógrafos, alguien le pidió una foto, al levantar la mirada se encandiló en unos ojos azules, que nunca los olvido, ¿quién era la del pedido? era Clara, su Clara. En ese momento Juancito, le preguntó si se acordaba de él, ella le confesó que todos los días lo hacía.
El quiso seguir la conversación, pero sus hinchas no lo dejaban entre autógrafos y fotos, solo pudieron intercambiar teléfonos, y ella se alejó entre la multitud.
Juancito siguió firmando a sus fanáticos y en cada dedicatoria solo recordaba la mirada de Clara.
Pasaron varios días, Juan tenía miedo de saber si su amada tenía dueño o no. Tomo coraje y marco su número, mientras la llamada daba tono, sus nervios lo hacían pensar quien podía atender su llamado. La voz dulce de una niña dijo:
-Hola
La imaginación de Juan empezó a volar, esa niña podría ser hija de Clara y su mundo se vendría abajo. La niña seguía insistiendo:
-Hola, hola, hola-
Hasta que en el tercer hola, a mi amigo le salieron las palabras, pidió hablar con Clara y lo dejaron en la espera. Tomaron el teléfono y de inmediato reconoció la voz de su amada, fue muy dulce y caballero, le pregunto si estaba ocupada y ella le dijo que no. No se atrevió a preguntar quién era esa niña que atendió su llamado, por el temor a saber que podía ser su hija. Recordaron y hablaron de su adolescencia y de su carrera futbolística, pero nada aclaraba si ella estaba casada o no. Antes de terminar la llamada, ella lo invito a su casa a cenar, para recordar esos hermosos momentos, sin dudar acepto su invitación.
Esa noche al llegar Juan toco el timbre, y la misma pequeña que había atendido su llamado abría la puerta
-¿Esta Clara?- preguntó- Soy Juan.
-¡Si si! Yo sé quien sos, con mi papá te vemos siempre en los partidos.
Sorprendido por el parecido de la niña con Clara, dudo en entrar y una voz masculina lo hizo pasar.
-Soy Pedro- extendiéndole la mano.
Sin saber qué hacer, entro tímidamente y a lo lejos escucho la voz de Clara.
-¡Qué alegría viniste! Veo que ya se presentaron. Pedro es un gran admirador tuyo, no deja un partido sin elogiarte- dijo Clara.
Al ver esta imagen familiar Juan sentía que su mundo se le derrumbaba. Pasaron a la mesa, y el futbol fue el centro de conversación de la noche. Pedro no dejaba de preguntarle todo lo relacionado a Boca, porque Juan era su ídolo. La conversación se interrumpió cuando la niña le pidió a su padre que la llevara a su habitación.
Juan quedó mirando a la pequeña asombrado con el parecido a Clara.
-Qué parecida a vos la pequeña- dijo Juan
-Todos dicen lo mismo, pero se parece a su mamá.
Al escuchar esa respuesta, mi amigo se quedo atónico no entendía nada, solo dijo:
-No es tu hija, pensé que lo era.
Entonces Clara le contó que era su sobrina, que ella ayudaba a Pedro su hermano a cuidarla, porque él era viudo y solo no podía hacerlo.
Sus esperanzas con Clara volvieron a renacer, pues allí estaban todos sus sueños juntos, al igual que en su adolescencia. Al finalizar la noche, agradecido por la hermosa velada, estando solos en la puerta de la casa, Juan la miro fijamente y la encontró más hermosa que nunca. La invitó a salir y ella aceptó gustosa.
Él le confesó que por ella se hizo futbolista, que siempre la recordaba, que nunca había dejado de amarla. Ella dulcemente lo miro, y el ansiado beso llegó.
Esa noche Juanjo jugó el partido del amor, haciéndole un golazo al corazón.


 

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