"El gol de su vida"
por Gabriel Medina
Siempre recordaré a Juan
José Martini, aquel compañero de la secundaria, con quien teníamos
esas extensas charlas de fútbol en el colegio. Todos le decían
Juanjo, pero los amigos lo llamábamos Juancito, era el menor y
único varón de una familia numerosa, humilde, pero de un enorme
corazón y un gran jugador de fútbol. De esos winnes zurdos que con
pelota dominada te pintan la cara.
Alto, rápido, morocho,
de pocas palabras y una conducta intachable para el deporte, se
cuidaba en todo, en su vida prendió un cigarrillo y mucho menos
hablar de tomarse un vino.
Los lunes, comentábamos
lo que decía la radio de los partidos de los domingos, compartíamos
pupitres, era recurrente hablar de ídolos futbolísticos y goles.
Para mí, Juancito era un
crack para la pelota, jamás vi una persona que tuviera esas
condiciones, sólo le faltaba tiempo para entrenar; salía del
colegio y tenía la obligación de hacer changas para ayudar a sus
viejos a parar la olla.
Una mañana, en el recreo
me habló de alguien, que con el tiempo fue muy importante para su
vida. A pesar de que a Juanjo, había que sacarle las palabras con
tirabuzón, me confesó que vio a la mujer de sus sueños, Clara
Benítez, una nueva estudiante en el colegio, rubia, alta, de buena
figura, ojos azules como el mar, con muy buena posición económica,
su padre era el gerente del banco. Juancito desde que la vio, quedo
enamorado, fue como dicen...” amor a primera vista”.
Un día, vino a buscarme
a mi casa, a contarme que hablo con Clara, note en él una alegría
inmensa en su mirada. Vi entonces, que Juanjo estaba loco de amor por
esa mujer. Con el tiempo, empezó a acompañar a la salida del
colegio hasta su casa a su amada, le llevaba sus libros y se
despedían con un beso. Esa escena, se repitió por un par de meses.
A mi amigo, le
preocupaba su situación económica, siempre se recriminaba que no
tenía un centavo para invitarla a salir o para realizarle un regalo.
Fui testigo, como se esforzaba para salir de esa condición humilde
que heredó de su familia.
Una madrugada, mientras
dormía, me despertó un golpe en el vidrio de la ventana de mi
habitación, al acercarme, vi que era Juancito. Me hizo señas para
que saliera, que quería comentarme algo.
Recuerdo como si fuera
hoy, lo que me dijo esa noche:
-Vengo a despedirme, lo
tengo decidido, salgo mañana a Buenos Aires.
-¿Que decís? - Le
respondí, no entendía nada, encima que estaba medio dormido…
- Que me voy a Buenos
Aires, me voy a probar a Boca, en una de esas quedó y salgo de esta
pobreza, y puedo ayudar a mi familia y también proponerle
casamiento a Clara. Sé que no tengo nada para brindarle ahora, vos
sabes que no tengo ni una moneda, ella lo tiene todo, en cambio yo
no tengo adonde caerme muerto. Aparte, se de mis condiciones
futbolísticas, me dijeron que si pasas la prueba en Boca, te dan
pensión, comida y que te haces profesional al poco tiempo.
-¿Qué dice Clara de
esto?
-Ella no sabe nada, te
pido que no digas una palabra.
Las palabras de Juancito
me dejaron helado, jamás pensé que viniera para eso, lo único que
me salió, fue ir corriendo a mi habitación, romper mi alcancía y
darle el poco dinero que había ahorrado.
-Toma Juanjo.-le dije -
se que te va servir más que a mí, los pocos pesos que tengo.
Me dio las gracias, y me
dijo que íbamos a estar en contacto, que de seguro me iba a
escribir.
Nos despedimos con un
fuerte abrazo, con la promesa que siempre iba a durar nuestra
amistad.
Pasaron un par de meses y
no tenía ni una noticia de Juancito, todos los domingos escuchaba la
radio, no dejaba un partido de Boca sin escuchar, con la esperanza
que dijeran el nombre de mi amigo.
Un día, mientras volvía
del colegio, en la puerta de mi casa me encontré con el cartero, que
tenía un sobre para mí. Sentí una emoción al leer el nombre de
Juanjo, me contaba que aprobó la prueba futbolística, que se
disculpaba por la demora en escribirme y también me avisaba que ese
próximo domingo debutaría en la primera de Boca. Me suplicó, que
no le contará nada a Clara, que él ya le iba a escribir.
El domingo toda mi
familia, estaba pendiente del relato radial, estábamos contando los
minutos para que nombraran a Juanjo, recién a los 15 minutos del
complemento, realizó un cambio Boca y se produjo el ansiado debut de
mi amigo. Me sentí tan feliz, como si yo estuviese jugando en ese
partido.
Pasaron años y Juancito
se convirtió en una estrella del Futbol Argentino, aunque yo no
volví a recibir sus cartas.
Un mediodía, mientras
regresaba de mi trabajo, recibí una carta de Juancito, me contaba
que no me había escrito por falta de tiempo, que también lo hacía
para tratar de alejarse de todo lo que le recordaba a Clara, me contó
que tomó esa decisión, luego de que un día quiso darle una
sorpresa, vino al pueblo sin avisar, visitó su casa y se dio con la
novedad que ya no vivía más allí, preguntó a los vecinos y le
contaron que vivió allí solo unos años y que se mudaron por el
trasladaron de su padre a otra sucursal del banco. Fue tanta la
tristeza, que regresó de inmediato a Buenos Aires.
Por un largo tiempo, no
volví a tener noticias de él, lo único que sabía era de sus
logros deportivos, por los periódicos o programas de radiales.
Un año después estando
en casa, llamó el cartero a mi puerta, eran noticias de mi amigo el
futbolista, en ella me contaba que un día saliendo de un partido,
mientras firmaba autógrafos, alguien le pidió una foto, al levantar
la mirada se encandiló en unos ojos azules, que nunca los olvido,
¿quién era la del pedido? era Clara, su Clara. En ese momento
Juancito, le preguntó si se acordaba de él, ella le confesó que
todos los días lo hacía.
El quiso seguir la
conversación, pero sus hinchas no lo dejaban entre autógrafos y
fotos, solo pudieron intercambiar teléfonos, y ella se alejó entre
la multitud.
Juancito siguió firmando
a sus fanáticos y en cada dedicatoria solo recordaba la mirada de
Clara.
Pasaron varios días,
Juan tenía miedo de saber si su amada tenía dueño o no. Tomo
coraje y marco su número, mientras la llamada daba tono, sus nervios
lo hacían pensar quien podía atender su llamado. La voz dulce de
una niña dijo:
-Hola
La imaginación de Juan
empezó a volar, esa niña podría ser hija de Clara y su mundo se
vendría abajo. La niña seguía insistiendo:
-Hola, hola, hola-
Hasta que en el tercer
hola, a mi amigo le salieron las palabras, pidió hablar con Clara y
lo dejaron en la espera. Tomaron el teléfono y de inmediato
reconoció la voz de su amada, fue muy dulce y caballero, le pregunto
si estaba ocupada y ella le dijo que no. No se atrevió a preguntar
quién era esa niña que atendió su llamado, por el temor a saber
que podía ser su hija. Recordaron y hablaron de su adolescencia y de
su carrera futbolística, pero nada aclaraba si ella estaba casada o
no. Antes de terminar la llamada, ella lo invito a su casa a cenar,
para recordar esos hermosos momentos, sin dudar acepto su invitación.
Esa noche al llegar Juan
toco el timbre, y la misma pequeña que había atendido su llamado
abría la puerta
-¿Esta Clara?- preguntó-
Soy Juan.
-¡Si si! Yo sé quien
sos, con mi papá te vemos siempre en los partidos.
Sorprendido por el
parecido de la niña con Clara, dudo en entrar y una voz masculina lo
hizo pasar.
-Soy Pedro- extendiéndole
la mano.
Sin saber qué hacer,
entro tímidamente y a lo lejos escucho la voz de Clara.
-¡Qué alegría
viniste! Veo que ya se presentaron. Pedro es un gran admirador tuyo,
no deja un partido sin elogiarte- dijo Clara.
Al ver esta imagen
familiar Juan sentía que su mundo se le derrumbaba. Pasaron a la
mesa, y el futbol fue el centro de conversación de la noche. Pedro
no dejaba de preguntarle todo lo relacionado a Boca, porque Juan era
su ídolo. La conversación se interrumpió cuando la niña le pidió
a su padre que la llevara a su habitación.
Juan quedó mirando a la
pequeña asombrado con el parecido a Clara.
-Qué parecida a vos la
pequeña- dijo Juan
-Todos dicen lo mismo,
pero se parece a su mamá.
Al escuchar esa
respuesta, mi amigo se quedo atónico no entendía nada, solo dijo:
-No es tu hija, pensé
que lo era.
Entonces Clara le contó
que era su sobrina, que ella ayudaba a Pedro su hermano a cuidarla,
porque él era viudo y solo no podía hacerlo.
Sus esperanzas con Clara
volvieron a renacer, pues allí estaban todos sus sueños juntos, al
igual que en su adolescencia. Al finalizar la noche, agradecido por
la hermosa velada, estando solos en la puerta de la casa, Juan la
miro fijamente y la encontró más hermosa que nunca. La invitó a
salir y ella aceptó gustosa.
Él le confesó que por
ella se hizo futbolista, que siempre la recordaba, que nunca había
dejado de amarla. Ella dulcemente lo miro, y el ansiado beso llegó.
Esa noche Juanjo jugó el
partido del amor, haciéndole un golazo al corazón.
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